Una gota, otra gota, un camino hacia el suelo,
un impacto directo, una mirada que no observa, una persona que posiblemente el frio no sienta; no hay mas sonido que el del liquido golpeando una y otra vez
la superficie que bajo él se deje
envolver, ni siquiera sus pasos rompen tal momento del anochecer.
¿A dónde va? No lo sabe; perdió su norte una
fría tarde y desde entonces solo recorre miles de calles. Muchos han inventado
historias sobre su vida, su posible gloria, su errática marcha o su pena honda,
sin embargo, nadie acierta ni a una insignificante parte de toda la crónica.
Todos la conocen, es hermosa sin duda alguna,
pero hay algo que empaña su esbelta figura; quizá son sus lagrimas, quizá su
poca cordura, tal vez su vestido blanco andrajoso y manchado o simplemente sea
su mirada perdida acompañada siempre de un silencio que la ha hecho conocer
como “Muda”.
Los niños la observan, las madres usan sus
manos en ellos como vendas, horrorizadas de su existencia simplemente se
alejan. En cambio, los padres u hombres, sin algún reparo, la miran de pies a
cabeza, la devoran con la mirada y, algunos descarados, le gritan lo que entre
sus piernas su imagen les crea. Ella
casi estoica e inexpresiva ni para observarlos voltea, simplemente camina
misteriosa y hasta tétrica a un lugar que ni ella sabe dónde queda.
No le importa empaparse con una lluvia casi
torrencial, tampoco le importa quemarse bajo un sol casi infernal. A ella no le
importa nada desde aquel día que dejo de recordar.
Hasta por fantasma la han tomado, también por
demonio que desde el tártaro ha sido enviado, pero qué es
ella realmente, yo diría un alma que quedo encerrada en un cuerpo que ya no
siente; aunque solo es otra hipótesis, otro cuento que ronda su misteriosa
presencia, esa misma que por donde pasa deja una extraña y enigmática esencia.
Y es que esta noche, de nuevo, fue mi turno de verla, de
seguirla de cerca, preguntándome cómo una mujer tan bella vaga en el mundo
cargando seguramente una inmensa pena.
No me importa mojarme por ella, quiero seguir
a ver si en algún momento frena, pero eso no pasa y mi marcha junto a ella se
ve interferida por el dolor de mis piernas, no sé donde estoy, igual poco
importa, ya que en pocos minutos saldrá de nuevo el sol y yo volveré a la
monotonía de una vida quizá mas vacía que la de ella.
La veo a alejarse de mí y entonces justo
cuando quiero dejar de insistir, giro mi cuerpo y siento que ella me regresa el
gesto, volteo de nuevo pero al parecer solo fue mi imaginación jugando con una
mente que muere por conocer a fondo a esa ‘demente’ como la llama mucha gente,
porque quizá sea la otra cara de la moneda de mi vida y por eso a diario me
confunden con ella sin descanso, hasta que lentamente les hablo y su miedo se
esfuma como el tiempo de las noches que paso a su lado.