viernes

No esperes nada de nadie

         Para que nada de destruya, no derribes tus murallas.
Para que nadie te decepcione, no confíes en nadie.

         Para que nadie te traicione, no muestres más de lo necesario.
Para no sufrir por amor, no te entregues a nadie.

       Control…
Seis letras, una palabra.

           Controla tu vida,
controla lo dicho,
controla lo expresado,
controla tus sentimientos,
controla tu entorno,
contrólate a ti.

      Erradica…
Otras ocho letras.

         Erradica la confianza,
erradica tus sentimientos,
erradica los estorbos,
erradica la esperanza,
erradica tu alma si es necesario para evitar nuevos daños.

     Olvida…
De nuevo seis.

          Olvida a las personas, céntrate en ti,
olvida el pasado, sigue tu vivir,
olvida el cariño por alguien, naciste sólo y así vas a morir.

          Se egoísta…
Nueve letras, dos palabras, un simple dictamen.

          Se egoísta con tus sentimientos,
nadie tiene el suficiente derecho para conocerlos.

         Se egoísta con tus metas,
son tuyas y nadie tiene porque dar su opinión sobre ellas.

         Se de hielo…
Vuelven a ser nueve letras, mas hay tres palabras y mucho de por medio.

          Se de hielo, para que nadie se atreva a tocarte,
se de hielo, para que muy pocos quieran encontrarte,
se de hielo, para que el valiente se queme al tentarte.

          Se de hielo, para que no sientas nada,
se de hielo, para nadie lea tu mirada,
se de hielo, para congelar con palabras.

         Se todo lo que de niño te piden que no seas.
Se todo lo que el mundo tema.

         Se lo que sea necesario para que no te hieran.
Se lo mas inalcanzable para que nadie haga la prueba.

                       Y después…

         Después de que todo eso seas, que te tilden de lo que quieran:
Egoísta, desalmado, sin corazón, calculador, controlador, abominación.  

             Que todo mundo grite y piense lo que quiera.
Mas que nunca olviden que uno no cambia por cualquiera,
son más que culpables por lo que tú seas,
ellos te han hecho así, aun cuando no lo vean.

                               Que te teman, te supliquen, te respeten, que te imiten.

         Amarás la soledad, fortaleza de donde sea encontrarás,
las idioteces del amor olvidarás y vivirás.

         Es la ley del mundo,
sólo sobrevive el más fuerte.

          No rompas tus reglas,
no abras tus barreras,
no rompas tus murallas,
no acerques a nadie a tu alma.

No esperes nada de los demás y jamás te volverás a decepcionar.





Hablo con paredes

Hablo con paredes, tantas que a veces me siento en un cuarto de manicomio gritando disparates que a nadie le importan. Y claro, si hablo con paredes se puede pensar que necesito estar en un lugar así, pero no.

No me incomoda hablar sola, en realidad es una de las cosas que más me gustan para recordar cosas, pensar, hacer catarsis, vivir. Reconozco que soy un yo dividido en partes y necesito hablar con cada una para lograr el equilibrio. Tengo mis ratos locos de monólogos, mis largas conversaciones con la almohada (que no son más que otra forma de hablar sola), mis confesiones a mis osos de peluche (sí, tengo 21 y aun hablo y duermo con ellos). Yo le doy importancia a mi yo interior y para eso necesito exteriorizarlo.

Más no es de eso de lo que se trata esto. Yo hablo sola y me escucho a mí, luego yo tengo una conversación conmigo misma. Eso dista mucho de hablar con una pared.

Cuando digo entonces que hablo con paredes me refiero a que lo hago en un sentido metafórico. Porque yo hablo con personas, hago confesiones a personas, dedico tratados completos a personas… pero suelo encontrarme con personas que no responden. Personas que parecen paredes, que por más que les hablas y desnudas el alma ante ellas... no reaccionan.

Hablo con paredes cada día, unas me importan más que otras, unas que me duelen más que otras.

No es que siempre haya una respuesta acertada a mis ocurrencias, pero… debe haber una respuesta, ¿no? Es ahí, en ese momento donde no hay respuesta, donde me doy cuenta de que hablo con paredes, con objetos inertes… y me cuestiono si debo seguir malgastando tiempo en ello.

El ser humano, según me han enseñado años de carrera universitaria, es un ser que necesita comunicarse y no comunicarse de cualquier manera, no. El ser humano es un ser que necesita comunicarse exitosamente con alguien. Por eso existen los idiomas, los gestos, el habla, la escritura, el dibujo, las artes… Todas y cada una de estas manifestaciones expresan la necesidad imperiosa de comunicarse, de transferir ideas, de interactuar con el otro.

Cuando eso falla, no solo estás haciendo algo mal, sino que falla toda la estructura social en la que estás inmerso. Sino logras tener un intercambio de ideas exitoso, no logras encajar en un grupo, no logras mejorar tus relaciones, no logras resolver tus problemas.

Por eso me preocupa tanto el hablar con paredes, por eso hoy he tenido la necesidad de escribir. Me molesta no ser escuchada; me incomoda ser ignorada; me deprime hablar con paredes porque me hace acercarme a la locura, pero sobre todo, me hace comprender lo mucho que detesto aquello y lo agradecida que estoy por haber dejado ese grupo.

Porque sí, yo fui una pared. Fui una pared tantos años de mi vida que me parecía normal aquello, mas alguien me hizo ver que eso no era correcto. Ha sido tanta su importancia, aprendí tanto de esa persona que la llevo tatuada en el cuerpo e intento poner su enseñanza en práctica. Yo dejé de ser una pared para darme cuenta que el mundo está lleno de ellas.

Es que tú no puedes ignorar cuando alguien te habla, no puedes sacudirte las palabras y hacer como si nada. Yo he visto matrimonios, alianzas, empresas y proyectos fracasar por esa actitud. ¿Cómo no va a preocuparme entonces estar rodeada de paredes?

¿Tanto miedo hay en la sociedad de expresar lo que se siente, de ser medianamente transparentes?, ¿tanto nos hemos aislado los unos de los otros que no podemos responder cuando hay cosas importantes de por medio?, ¿tanto miedo tenemos a desnudar el alma?

¡Ilógico! ¿Y yo soy la que cree que necesita un psicólogo?

Nos cuesta poco acostarnos con alguien a quien conocimos en una fiesta, dar sonrisas a cuanto quiera… pero hablar, con todo el peso que tiene ese verbo, nos da pavor. ¿Qué tiene de malo?, sino puedes ser sincero con tus padres, con tu pareja, con tus mejores amigos, entonces resígnate a una vida de soledad y no te atrevas a culpar después a los demás. Acostúmbrate a vivir en un mundo lleno de hipocresía sin tener ninguna salida.

Hay cosas que se demuestran con actos, hay otras que se exteriorizan con palabras. Yo no puedo soportar hablar con una pared. ¡Ya no más!

Si no puedo comunicarme contigo; si no puedo abrir mi caja de pandora y que tú abras la tuya; si no puedo tener una charla donde no haya máscaras, donde no se ignoren los problemas, donde seamos nosotros mismos sin murallas por delante… si no puedo lograr eso, entonces no podré tener una relación contigo. No podré tenerte de amigo(a), no podré tenerte como pareja, no podré tenerte como compañero(a). Porque yo no puedo hacerme la de la vista gorda ante las circunstancias, yo ya no puedo volver a ponerme la máscara porque estoy cansada de llevarla.

Estoy cansada de paredes. Estoy agotada de la hipocresía. Estoy mamada de llevar una máscara de sonrisas fingidas. Quiero sinceridad, quiero aceptación, quiero compaginación, quiero comunicación. Quiero que por lo menos con unos cuantos pueda ser yo y que ellos puedan ser ellos conmigo. Ya no quiero más secretos, ya no quiero más mentiras. Ya no soporto una múltiple personalidad, en la que aquí son unos y a mi espalda otros.

Yo lo necesito…

Necesito esa sinceridad y saber con quienes contar. Necesito entregarme sin reservas y prudencias. Necesito derrumbar esas paredes y hablar con gente.

Si no puedes o estás dispuesto(a) a eso… te dejo la puerta de salida de mi vida abierta. Si te quedas ya sabes las reglas.




jueves

De días hormonales

Jueves…

De nuevo he dormido menos de lo necesario. Llegué poco antes de  la media noche, casi al borde de la inconciencia y apestando a alcohol. No le culpo por su mal humor. Tuve la oportunidad de ir a otro lado, al final mis amigos me dejaron para el taxi, un préstamo que ya debo devolver.  Sin embargo, necesitaba tu abrazo. (Patética y bipolar).

No recuerdo por qué habíamos discutido, creo que todo fue por una de mis explosivas reacciones, (¿alguna otra mujer a parte de mi odia los cambios hormonales cuando llega su regla?). Suelo ser tan insegura…

Yo quería un abrazo, quería mimos. Creo que es lo único que nosotras queremos cuando a nuestro vientre se le da por torturarnos con cólicos infernales que son acompañados por terribles cambios de humor. Quería que me estrecharas en un abrazo, que me susurraras al oído palabras cursis y bonitas, que besaras mi cuello haciéndome cosquillas… Llevaba dos noches esperando lo mismo y ésta fue la tercera.

No fue tu culpa, en parte… Mis amigos, mi repentino cambio de planes…

Ayer fue de esas raras y extraordinarias ocasiones en las cuales todos nos reunimos. Lástima que mi tormento no hace parte de ese grupo. Bebimos, reímos y yo debía irme, no lo hice…

Y creo que ese fue el problema. Celebramos nuestra reunión, hablamos de amores y desamores, me cuestionaron ese “tú y yo” que al parecer nadie entiende. ¿Tan raro es que te quiera?, ¿o lo raro es que, siendo como soy, tú me quieras a mí?. No lo entiendo, ni lo entendí en aquel momento.

Confieso que te defendí a capa y espada. Les conté que definitivamente me encontraba enamorada, que llevo años estándolo. Les expliqué lo mucho que disfruto estar contigo, que a nuestra manara somos felices… yo con mi locura e intermitencia, tú con tu seriedad y paciencia. Les hablé de lo mucho que nos compaginamos, de nuestras horas jugando, de nuestras cenas y días en la cama. Les hice alarde de tu desempeño en la cama, de lo segura que me sentía cuando me abrazabas. Les confesé que jamás esperé sentir tanto, que sí, tenían razón cuando decían que lo nuestro estaba a un paso de parecer un matrimonio y que no me molestaba la idea de que pensaran que era así. Yo soy feliz.

Soy feliz estando contigo, no porque me hagas feliz, porque hace mucho comprendí que para serlo no necesito a nadie conmigo sino estar en paz conmigo. Y tampoco me malentiendas, no recuerdo momentos más alegres y agradables que los que he pasado a tu lado. La cuestión es que soy feliz porque creo que juntas estamos bien, que nos complementamos y con ello vamos cumpliendo metas, vamos siendo felices y compartiendo esa felicidad.

El dilema es que creo que tan en paz no estoy. Traigo demasiados fantasmas encima, uno que otro demonio y una conciencia que no se queda tranquila. No porque haya cometido el mismo error, no porque no haya obtenido perdón… sino porque yo no logro perdonarme.

Te hice daño, demasiado. ¿Cómo puedo sentirme bien cuando el peso de aquellos sucesos me golpea con fuerza en mis momentos ‘hormonales’? No es mi intención desquitarme contigo, sólo no sé cómo manejar esa carga, no sé cómo purgar mi alma y dejar de pensar en el karma. ¿Has notado que todos los problemas, nuestras discusiones, tienen ahí su raíz?, y tengo miedo…

Me aterra la idea de que por ello todo acabe. Me atemoriza no llegar a ser suficiente, no poder superar este bache y que lo lindo se olvide. ¿Quién puede culparme?, no he tenido buenos referentes de relaciones estables, mucho menos he tenido las cosas fáciles. Por el contrario tú… tú tienes todo para lograr tus metas, lo veas o no, lo sientas o no. Eres una persona rodeada de gente que te aprecia, te apoya, te cuida; cada uno de ellos igual de exitoso a como lo eres tú… ¿cómo puedo competir contra eso?, ¿qué puedo ofrecerte yo que tanto daño te he hecho?

Me siento débil, ofuscada, melancólica, abatida, desarmada o destrozada.

¿Entiendes que todo para mí se potencializa en esta horrible semana? Intento ser fuerte los otros 25 días del mes, te juro que lo hago, aun cuando mi personalidad es cambiante por naturaleza. Pero estos días… en estos malditos días de cólicos, hormonas y sensibilidad no puedo con todo… exploto y lamento que seas tú quien suela llevarse la peor parte aunque intente que no pase.

¡Te necesito tanto!

Hoy más que cualquier día… esta semana más que cualquier otra del mes.

Soy tan jodidamente sensible. Sabes que en condiciones normales incluso un ánime me hace llorar, ahora imagina un mensaje que lees y no respondes justo en estas fechas. Un mensaje donde sacaba algo de esta cursilería tan propia de mí. Ese fue el detonante. Lo sabías, te había dicho, te había incluso pedido esos tan ansiados mimos que evitarían mis lágrimas; más respeté que tuvieras otros planes y llegaras tarde, respeté tu cansancio, respeté e intenté velar tu sueño. Pero no pude aguantar con el mismo temple eso.

Aclaro, no te reprocho aunque todo diga lo contrario; sólo te hago saber lo que para mí significa todo ésto, lo complicado que es. ¿Puedes culparme?

Estos días para mí son una tortura, esta fecha del año lo hace empeorar.

Lamento volver a hacerte daño. Lamento volver a hacernos discutir. Lamento que en mi memento de vehemencia las cosas siempre se me salgan de control. Intento cambiar eso por mí… y en gran medida por ti, pero ya sabes todo la historia que hay detrás.

Necesito curarme y sanar. Me gustaría que me ayudaras en el proceso, más hoy no te voy a pedir nada. Estoy cansada y creo que tú también lo estás, quizá es tiempo lo que necesitemos y ya.

Perdón si por hoy me he extendido, perdón si entre tantas cosas te has perdido. Escribir es mi catarsis y aún entre lágrimas ayuda a que mi sistema se regule. Perdón aunque ya no sé qué me debas perdonar. Perdón aun cuando no sé si es a ti o mí yo a quien se lo pido.