jueves

Amor sin exigencias

No exi su mirada siempre sobre mi, cuan asfixiante seria ese sentir. Tampoco busqué que ese fuera mi fin,  nunca me caractericé por ese tipo  de vivir.  

No quise parecer despreocupada,  o que a veces se sintiera que no me interesaba. Solo busqué estar para cuando me necesitaba,  dar mi tiempo para compartir bellas mañanas.  

No esperé que en mi confiara,  ciegamente y como si nada. Sabía cual era la fachada,  cuales las cicatrices no cerradas.  

No pedí, entonces, que todo simplemente se olvidara,  cuan absurdo resultaban esas ilusiones vanas.  Pero, por tanto, tampoco miraba lo que a mi alrededor pasaba,  la vida que continuara con una sonrisa callada.  

Yo aceptaba sin chistar esos impases que se podían suscitar,  esperé, de igual modo, que algunas cosas las pudiera escuchar,  no simplemente reclamar. 
Aunque el miedo de ese actuar siempre estuvo en mi mirar,  latente e insistente de la tormenta que se podía desatar.  

Optimista siempre fui  y con un buen amigo consulte ese sentir... para descubrir la mejor forma de decir lo que podría llegar a interferir.  

Más todo ha sido inevitable,  mis necesidades imparables,  las acciones irrefutables,  mi cabeza en desastre.  
 Yo lo único que buscaba era un amor  presto a los cambios, a los hechos locos y descabellados, pero tan centrados como cuando nos tomábamos de las manos.  

Pedí un amor forjado en libertad,  que sin términos de ningún tipo logrará hacernos volar, al mundo conquistar y explorar...  Demostrando que, a pesar de todo, nos pertenecíamos sin más
  
Un amor bilateral,  sujeto a lo que somos y lo que podríamos ser. Donde el debate del deber  no fuese más que un barullo que podríamos detener.  

Donde el mundo... El mundo, que hablase sobre tu y yo fuese reducido a nada las intromisiones de externos totalmente censuradas.   

Pero entonces...

Entonces llega el acto principal  y me obligo... Me obligo a recapacitar.  

Un amor utópico como el que anhelo no es algo que se pueda alcanzar,  no cuando ambas partes se fijan en lo que no debe interesar.  

Algo como esno se puede dar cuando nos encargamos de abrir, un poco más, la brecha que nos separa sin atisbo de piedad... 

La misma brecha que te encierra en tu ambivalencia y a mi en mis  sonrisas;
en mis ojos de decepción y en tu rechazo; en tu irritación y en mi desesperación; en las despedidas que cada día hacíamos con menos precaución y cada cual por su lado cuando todo resultaba delicado.  

Un par de seres extraños que coinciden de vez en cuando; eso, a veces, era más acertado... - y hasta más adecuado - para expresar lo que al mundo demostramos.  

En tanto, el cielo me resulta menos bello, decido a todo esto aceptarlo ya sin miedo.  Con una promesa tacita a este amor postrero,  escribirle cada tarde hasta que llegue el memento cero,  porque después de ese momento... 

Después de ese día juro, por mi padre,  arrancarlo de mi pecho. No dejar ni un pedazo que me lleve a tus recuerdos,  olvidar cualquier unión que me haga llorar de nuevo.  

Antes supe con claridad todo lo que había hecho mal,  ahora solo veo el rechazo y ese pérfido malestar. Que se acabe todo acá, me cansé y tu igual...  

Hoy ni a mi reflejo me atrevo a mirar...  Las puertas de mi alma no ocultan el dolor que allí hay En la soledad de un cuarto no hay nada que ocultar,  no queda nadie por quién hacer a las sonrisas emanar.  

Ese reflejo de un ser... ser roto y ojeroso, vacío y andrajoso,  pálido y demacrado,  en gran medida casado...  

Cansado de un 'tu y yo',  de un amor a medias unido por hilos flojos, que ni buscamos reforzar con materiales menos sosos.  

Cansado de nuestra apatía,  hasta de la melancolía, ya... nuestra triste melodía.  

 Cansado de los retazos de algo que jamás volverá a ser como fue... Un fue del que somos consientes poco y nada habría importado si hubiésemos dejado a las exigencias de lado,  si nos hubiésemos concentrado en vernos con el amor que nos profesamos,  si, por primera vez, le hubiésemos abierto la puerta al dialogo tirando todas las caretas a un lado...  Si, por primera vez, al amor - sin reparos - nos hubiésemos entregado.